martes, 14 de junio de 2011

El Rey

Ya he dicho en mas de una ocasion en este torpe (y repetido) blog que la infancia es la patria de uno, y debe ser cosa de la edad, pero noto que cuanto menos pelo me queda y mas gris el que aun sobrevive, mas patriotico me vuelvo. Mi patria es mi infancia, Cadiz la capital del reino, y en el numero 25de  una calle vieja y estrecha de su centenario casco antiguo, el Palacio Real donde habitaba la Monarquia mas grande de la historia. En el palacio vivia la reina Maria, una reina que nunca tuvo nada y todo lo entrego a los demas. Una reina viejecita que me compraba tebeos y calquitos los domingos en la plaza, bizcochos en la plaza de la Catedral y que hacia las mejores tortillas de papa del mundo. Una reina humilde que marchaba detras de un cristo negro la madrugada del viernes santo. Una reina que tenia por trono una silla de enea en medio de un corredor lleno de macetas y canarios cantarines, en la que se sentaba a comer boniatos, con su traje de diario, sus medias caidas y sus juanetes.
En el Palacio tambien vivian dos princesas, jovenes, un poco locas, jugetonas y adoradas por sus sobrinos. Las princesas sabian cuentos, canciones y juegos. Una de las princesas abandono pronto el Palacio para casarse con un principe barbudo y extranjero  pero dejo tras de si la promesa eterna de volver, y aun sigue volviendo.
Y alli, al fondo del comedor familiar, sedente como una estatua de marmol de Abraham Lincoln, el senor de aquel castillo donde los suenos se hacian realidad los sabados por la tarde: El Rey Felix, recibiendo en audiencia semanal a una invasion de nietos enloquecidos arrebatados por su hechizo. El Rey Felix solo tenia una pierna porque este Rey, a diferencia de otros, tenia que trabajar como un negro para ganarse dos pesetas y la perdio un mal dia subiendose a un sitio al que seguramente no debia pero al que no habia mas cojones que subir si habia que traerse el jornal. Pero tambien por eso el Rey Felix era un abuelo mas especial que ninguno, y el sonido al compas de sus muletas corredor abajo era la fanfarria que anunciaba la llegada del hombre mas bueno del mundo. El hombre que hablaba a los canarios y que se peleaba con los malos que salian por la tele.
Recuerdo al Rey Felix en su trono de escai amarillo, junto a la alacena de misteriosos contenidos,  escuchando el numero de los ciegos, viendo el partido de futbol en riguroso blanco y negro los sabados por la noche y la misa de la tele de los domingos por la manyana. Recuerdo los despertares dominicales en ese palacio de ensuenyo, en esa casa de macetas, pucheros y estampas de virgenes y santos y es recordarlo todo y  oir el bocinazo de los barcos en el muelle, el inconfundible reloj de San Juan de Dios y el zumbidito de la philishave del abuelo/rey, y el aroma a polvos de talco, y el paso ahorquillado de las muletas, antesala de olorcito a cafe, pan tostado y churros, que anunciaban la presencia del Rey y que daba los buenos dias con una sonrisa desdentada que brillaba mas que todos los caudales del mundo. El Rey me dejaba sentarme con el en su trono, en el hueco que dejaba la pierna que no estaba, y alli me sentia protegido por el Senyor de Arboli, por el olor de la camisa de pijama que llevaba por toda tunica, por el perfume de su polvo de talco recien aplicado, por la sabiduria de aquellos ojos viejos y azules y la seguridad que daban esas manos grandes, delgadas y huesudas rodeando mis brazos. Alli le escuchaba hablar del Real Madrid (lo unico malo que hizo el Rey Felix en su vida, ser madridista), alli le escuchaba musitar las oraciones cuando la misa por la tele, alli me enseyo a dibujar y alli se me pasaban las horas sabiendo que en ese castillo estaba a salvo de todos los malvados dragones del exterior.
Un dia el Rey se puso malo y me acerque a darle un beso y preguntarle que le pasaba. Pero el Rey se avergonzaba ya de no poder defender su castillo encantado y no me dejo que me acercara pensando que algun poder maligno pudiera apoderarse de mi. Me aleje de aquel rey viejo,palido y triste y ya no lo volvi a ver jamas. El hijo del Rey me explico una mala noche que el abuelo Felix se habia ido al sitio aquel donde solo los buenos van, pero ya este ninyo nunca pudo entender como era que los reyes buenos se iban asi porque asi , dejando a la Reina, a las Princesas y a los principes pequenyos solos, tristes y vacios como aquel castillo sin Rey.
Mi patria lleva ya 27 anyos sin Monarca y aunque yo a veces no creo ya ni en mi propia sombra se que algun dia volvere a ver al Rey y alli sentado en alguna nube volvere a escuchar misa con el, seguiremos anotando los numeros de los ciegos, continuaremos viendo partidos de futbol en blanco y negro y seguira el Rey Felix reinando por los siglos de los siglos.