lunes, 19 de marzo de 2012

Recuerdos

Ahora que se acerca uno de mis momentos favoritos del anyo, la Semana Santa, muchas personas que tambien aman esta Fiesta se sienten especialmente sensibles a los recuerdos y las emociones. Para cada capillita hay un olor, una sensacion, una musica, una flor, una mirada, un palio, que desencadena sentimientos de muchas y variadas formas. Yo, que soy semanasantero sin ser capillita, tambien tengo muchos, muchisimos (demasiados, diria yo) recuerdos asociados a esta fiesta, especialmente en mi infancia.
Mis recuerdos son de una tarde primaverosa (como le gustaba llamarlas a mi amigo y poeta Javier Perez Delgado) de un azul rotundo y gaditano, de lunes santo de nazarenos blancos y penas vinyeras. Esas tardes primaverosas en las que el aire huele a sal y azahares y el sol brilla mas regio que nunca. Mis hermanos y yo, muy pequenyitos, caminando juntos de camino a Bahia Blanca despues del almuerzo a recoger a mi padre del trabajo para ir a ver procesiones con el. Por el camino, los nervios y la anticipacion de una marcha que sonara mas tarde, de un palio que doblara la esquina para no volver jamas, de unas campanas que repican sobre los cielos de la calle La Palma. Mi padre con los mas chicos de la mano y yo ya seguramente ligeramente suelto del grupo por ser el mayor. Mi padre con su itinerario (ay, aquel "titrirerario/ de las procesiones/de Semana Santa) en el bolsillo;  su camara Yasica al hombro. Y los cuatro juntos enfilando la Cuesta de las Calesas dispuestos a encontrarnos con Cadiz hecho un mar de capirotes, de cirios chisporroteantes, de corcheas y redobles de tambores. Y yo con los ojos y los oidos abiertos como puertas catedralicias viendo pasar a aquel que fue prendido, cargado con la cruz y clavado al madero sobre los mismisimos adoquines de Cadiz.
Esos Lunes Santos de cuando las bandas de cornetas y tambores tocaban siempre la misma marcha, cuando los maniguetas llevaban la cara descubierta y mascaban chicle y fumaban y cuando todos los locos de Cadiz marchaban delante de los palios llevando una taja tan perfecta como el compas de las horquillas eran los Lunes Santos en los que los penitentes se llamaban aun penitentes, y los hermanos varillas eran hermanos varillas y todo era como menos serio pero mucho mas sincero, y sobre todo mucho mas gaditano.
Esos Lunes Santos eran Lunes Santos porque descubria un Cadiz espectacular, primaveral y primitivo de la mano de mi padre y a traves de sus ojos veia yo y descubria el misterio de la Pasion gaditana segun mi padre.
Cuando el hombre ya no este (para lo cual quedan aun muchos, muchos anyos- no seamos cenizos) la tierra se llevara muchos momentos inolvidables a su lado pero nada, nada perdurara en mi memoria, por siempre jamas de los jamases, como aquellas tardes primaverosas de Lunes Santo en la que descubria Cadiz gracias a el y sus manos eran mis manos y sus ojos eran mis ojos.
(Feliz dia del padre, por cierto. Este anyo nos perdemos esa maraton irrepetible San Francisco-Carmen-La Palma de la manyana del Lunes Santo gaditano, pero la convia del dia siguiente en el Veedor no se la salta un galgo.)